Tres nuevas narraciones de la batalla de Gravelinas, 1558

Abstract

Los conflictos bélicos, como hechos considerados dignos de memoria, han formado durante muchos siglos la estructura sobre la que se ensamblaba el resto de la historia. A lo largo del siglo XIX otras formas de hacer historia fueron apareciendo, y la historia militar tendió a ser reservada a los especialistas, apareciendo a menudo sin conexión con la historia general. En años recientes, la historia bélica del siglo XVI se ha centrado en el debate de la revolución militar moderna, y se ha establecido la relación entre los avances científicos y tecnológicos y la guerra. Además los estados dinásticos de la edad Moderna temprana han sido a veces vistos como maquinas de hacer la guerra, y la consolidación y establecimiento del estado moderno ha tenido a esta como uno de sus principales impulsores. Existen ineludibles conexiones entre la historia política, la historia institucional, la historia económica y la historia del arte, con la historia militar, y analizar las interacciones entre ellas es algo deseable para su mejor entendimiento. Para este fin es necesario volver a analizar la historia militar, que a menudo parece haber quedado fijada hace mucho tiempo. Por otro lado, la década de 1550 ha suscitado tradicionalmente poco interés entre los historiadores. Para los estudiosos del emperador Carlos V, supone una sucesión de guerras desastrosas, malas decisiones políticas y frustrantes dificultades económicas, y solo queda el gran momento solemne de su abdicación, y el contrapunto de Yuste. Para los de Felipe II, a menudo parece que su reinado sólo comienza con su vuelta a España en 1559, y que durante los años 1557 y 1558, el conjunto de sus estados funcionaba bajo la inercia del anterior gobierno de su padre, para obtener nuevas relaciones y puntos de vista. Para los historiadores de Francia, hasta muy recientemente, el reinado de Enrique II (1547-1559) aparecía estéril e inconsistente, se cerró con una paz desfavorable y una muerte absurda8, y en él encontraba la raíz la sucesión de guerras civiles de los 40 años siguientes. Para los estudiosos ingleses, el reinado de María Tudor (1553-1558), ha sido a menudo tomado como un retroceso en la formación del país, con una política exterior supeditada a su marido Felipe II, y en el interior, una vuelta atrás de los cambios en materia de religión que se habían puesto en marcha en los reinados de su padre y hermano, y a los que se volvería en el de Isabel II. Finalmente, para los historiadores de los Países Bajos, los sucesos de esa década, han tenido interés como conductores de lo que llegaría a ser la revolución y guerra civil de los Países Bajos en la década siguiente, acostumbrados como están a trabajar sobre la oposición entre la república protestante del Norte y la monarquía católica del Sur. Pero justamente los autores que, en cada uno de estos países, nos hacen notar estas tendencias, han decidido estudiar la quinta década del siglo XVI, y se proponen desterrar la visión anterior sobre ella para hacernos ver los puntos cruciales de la misma. Las conexiones con la supuestamente más brillante primera mitad del siglo, y los desarrollos que solo se harían aparentes después. Al fin y al cabo son numerosos los manuales de historia que toman a 1559 como fecha límite de su ámbito de estudio, bien superior o bien inferior. Este pequeño trabajo trata pues, sobre un episodio concreto de una temática, la bélica, que se ha mantenido hasta hace poco apartada de los cambios que han tenido lugar en la historiografía del siglo XX, y en una década, que ha recibido menor atención.