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Invitar a revisión por pares abierta
Título

Informe Mujeres Investigadoras 2013

AutorComisión de Mujeres y Ciencia del CSIC
Fecha de publicación2013
EditorConsejo Superior de Investigaciones Científicas (España)
ResumenSuelo citar con frecuencia una frase de André Gide, que solo descubrí en mis ya lejanos años posdoctorales en Francia, a pesar de que tenía casi un siglo de antigüedad. Dice así: toutes choses sont dites déjà; mais comme personne n´écoute, il faut toujours recommencer, “todas las cosas han sido dichas ya, pero como nadie escucha, siempre hay que volver a empezar”. Esta certera reflexión del escritor francés pienso que me permite repetir aquí algunas de las ideas que expuse recientemente en el acto de celebración del X aniversario de la Comisión Mujer y Ciencia del CSIC porque, en efecto, algunas cosas hay que seguir repitiéndolas continuamente. Merece ser, por lo tanto, recordado de nuevo el presidente del National Economic Council del gobierno norteamericano, Lawrence Henry Summers, quien en un discurso público en la universidad de Harvard del año 2005, de la que era entonces presidente, afirmó con mucha convicción que la escasa representación de las mujeres en la ciencia se debía a causas biológicas. Se organizó un notable revuelo, que traería como consecuencia su dimisión de la presidencia de esta prestigiosa universidad y su vuelta a actividades más lucrativas en Wall Street, desde donde fue repescado por el presidente Barack Obama. El editor de la revista The Journal of Clinical Investigation comentaba entonces esta tesis del señor Summers en estos términos: “quizá el Dr. Summers piensa que pueda haber un gen en el cromosoma Y que se activa en el proceso de transición de profesor titular a catedrático”. La afirmación de L. Summers se produjo en un acto académico de una de las mejores universidades del mundo, en el país que cuenta quizá con el movimiento feminista más activo y organizado y, además, en este siglo XXI, que consideramos como el fin de la historia, de puro ilustrado y paritario. No estamos hablando, pues, de viejas injusticias históricas, sino de una opinión todavía dominante, que trae como consecuencia el ninguneo de la mitad de la población por parte de la otra mitad, lo que increíblemente tiene también su correlato en la ciencia. Veamos algunos ejemplos: El Comité Nobel se había dirigido a Henry Becquerel y a Pierre Curie para anunciarles la concesión del premio y Pierre Curie dijo que su mujer Marie lo merecía, como mínimo, tanto como él, y así obtuvieron los tres el premio Nobel de Física en 1903. Con los 15.000 dólares del premio, los esposos Curie hicieron un poco de todo, pero la decisión probablemente más útil, fue la de comprarse una bañera para la familia, que ya se pueden imaginar ustedes de cuál de los dos esposos premiados había partido la idea. El pobre Pierre Curie murió atropellado en 1906 y Marie heredó su cátedra; siguió adelante con sus investigaciones, simultaneándolas con la crianza de sus hijas, y en 1911 obtendría el premio Nobel de Química, ya sin la sombra tutelar de su marido. Por cierto, su hija Irene también acabaría obteniendo el premio Nobel. Rosalind Elsie Franklin ha sido una de las grandes biólogas moleculares del siglo pasado y si no se hubiese muerto prematuramente de cáncer de ovario, podría haber aportado otros descubrimientos importantes a la ciencia. Su padre estaba empeñado en que no estudiase ciencias, porque le parecía impropio de una señorita, e hizo todo lo que pudo para disuadirla; sus colegas la ignorarían hasta el desprecio : cuando Wilkins regresó de un viaje y se la encontró en el laboratorio como investigadora principal de un proyecto, la trató como una simple technician , lo cual no es extraño, porque en la universidad de Cambridge, todavía a mediados del siglo XX, los comedores eran utilizados solo por hombres y también eran solo hombres los que se reunían por la tarde a tomar unas pintas de cerveza en el pub, y a comentar cómo iban sus cosas. Excluida de todos estos foros, no es nada raro que Rosalind resultase una desconocida para Wilkins, a pesar de que sus fotografías de la molécula de ADN (la célebre fotografía 51, obtenida por difracción de rayos X y que Wilkins le filtró a Watson sin que ella lo supiera), fue determinante para descubrir la estructura doble helicoidal de la molécula de ADN de Watson y Crick. Curiosamente en el mismo número de Nature en el que Watson ofrece la primicia sobre la molécula de ADN, aparece otro artículo de R. Franklin, pero como simple “supporting article”, es decir, que por fin habían conseguido sus colegas ponerla en su sitio, a saber, en el de una simple technician. R.E. Franklin murió de cáncer en 1958. Cuatro años después, en 1962, Watson, Crick y Wilkins obtuvieron el premio Nobel por su revolucionario descubrimiento, pero nadie recordó entonces a Rosalind. No murió prematuramente, para bien de todos, Rita Levi Montalcini que acaba de fallecer con más de cien años y ha seguido dando guerra como senadora vitalicia en Italia hasta el final de sus días. Turinesa de familia sefardí, su padre se empeñó también, como el de R. Franklin, en que no estudiara, para que fuese en el futuro una buena esposa y una buena madre. Rita, viendo precisamente el contraejemplo de su madre, decidió permanecer soltera toda su vida y dedicarse al estudio. Ya doctora en medicina, ocurrió que el Manifesto della razza de Mussolini prohibía trabajar a los judíos y ella se montó primero un laboratorio en su propia casa y posteriormente consiguió emigrar a Estados Unidos, en donde pasaría gran parte de su vida activa. En 1986 obtuvo el premio Nobel de medicina y cuando volvió a Italia, fundó un European Brain Research Institute en el que trabajan prácticamente sólo mujeres, porque es un hecho bien establecido que las mujeres científicas atraen casi exclusivamente a jóvenes científicas ya que, al parecer, los jóvenes investigadores prefieren tener a su vez jefes varones. Hace unos años la Unión Europea publicó un informe sobre la discriminación de las mujeres en la ciencia, basado en un estudio llevado a cabo en treinta países por parte del Helsinki Group on Women and Science. El informe es demoledor y utiliza un símil muy logrado: el flujo del conocimiento podría tener mucha más intensidad, pero es como un “leaky pipeline”, una tubería agujereada: las mujeres se van perdiendo por el camino, al abandonar la carrera científica por múltiples causas y el flujo final llega disminuido. Podríamos seguir contando otras muchas anécdotas, igualmente tristes y haciendo otras muchas consideraciones sociológicas del mismo tenor, pero creo que lo escrito puede ser suficiente para justificar la necesidad de seguir realizando informes regulares sobre el papel de las mujeres en las instituciones científicas, como este que me honro en prologar. Al fin y al cabo, para terminar con otra cita literaria, sigue siendo válido aquello de ¡Qué tiempos estos en los que hay que luchar por lo que es evidente!
Versión del editorhttp://documenta.wi.csic.es/alfresco/downloadpublic/direct/workspace/SpacesStore/d1cac451-3278-4f0b-95b1-960b9b5147d6/InformeMUJ_2013.pdf
URIhttp://hdl.handle.net/10261/314212
DOIhttps://doi.org/10.20350/digitalCSIC/15352
Aparece en las colecciones: (PRESIDENCIA) Comisión de Mujeres y Ciencia del CSIC




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